¿Cómo será el paisaje posterior al confinamiento? ¿Qué lecciones vamos a aprender de esta larga temporada en el rincón de pensar? ¿Será una reconstrucción de lo anterior o el mundo cambiará hacia algo nuevo? En este post, quiero compartir algunas de las señales que van aparecido en este tiempo de pausa, que me hacen hablar de una «Covid-morfosis», desde el ser al colectivo.
¿Por qué hablo de covid-morfosis? Porque me niego a aceptar que todo volverá a ser igual, que no hemos aprendido nada y que no hemos alternado nuestras prioridades. Decíamos que lo viejo no se acababa de ir y lo nuevo no terminaba de emerger. Eso, ya se acabó. Se está derrumbando lo viejo para que surja lo nuevo.
Veo este tiempo como una purga, un drenaje, un dejar ir lo antiguo. La vida se nos puso patas arriba para salir de la inercia, para avanzar hacia un lugar diferente. Nos obligó a ir a lo más oscuro, a visitar nuestros miedos, a encontrarnos con aquello que evitamos, a abrir nuestras heridas. Era el macabro juego para resintonizarnos como seres humanos, para ser dueños de nuestras vidas.
Me impuse una dieta de «miedos» de comunicación para explorar en busca de nuevas ideas que me pudieran alumbrar entre tanta oscuridad. Ésta es la cosecha de esa búsqueda en forma de 7 señales de esta covid-morfosis.
Las últimas décadas han sido un culto al tener, da igual que fueran posesiones o likes. La vanidad ha sido un refugio de nuestra falta de seguridad y confianza. Buscábamos en las apariencias lo que no queremos aceptar dentro. El bicho nos dejo sin poder agarrarnos a nada de lo de fuera. Todo nuestro poder externo se derrumbó. Y nos enfrentó a una dura realidad, la de preguntarnos qué no estamos haciendo bien en nuestras vidas. ¿Realmente estamos viendo nuestra vida o la vida que otras personas quieren?
Por eso, no habrá una vuelta a la normalidad, o la nueva normalidad, sino que se tratará de una covidmorfosis. Para algunos será la salud, otros la familia o el dinero. Para la gran mayoría, el tiempo. En lo más profundo, estamos mutando nuestra escala de valores. ¿A qué quiero dedicar mi tiempo?
También con la mochila que cargamos. Todo lo que tengo, ¿lo necesito de verdad? Pasar por esta (ya larga) prueba nos dará más seguridad. Cuando estoy seguro (dentro), no necesito tanto (fuera). Vamos a ser más minimalistas y más nomadistas digitales.
Me gustó mucho como lo planteó José Antonio Gómez García en forma de 3 preguntas:
# Y cuando esto pase, ¿qué mundo deseo crear?
# Y cuando esto pase, ¿qué vida deseo fomentar para los que están alrededor mío?
# Y cuando esto pase, ¿qué entorno profesional quiero para desarrollarme y para que se desarrollen mis colaboradoras/es?
No necesitamos tantas cosas. Lo que queremos en estos momentos, es lo que verdaderamente queremos. Es tiempo de volver a lo prioritario, a las personas, a nuestra familia, a nuestros amigos.
Ya anticipé esta señal en un artículo que me solicitó Salva Molina, para Ecofin, con una idea central: cuando todos pierden, todos ganan. Vamos a pasar del ‘Just do it’ al ‘Hazlo para todos’. Aquello que no tiene en cuenta el bien común, será visto como un remedo egoísta. La nueva prioridad es la Humanidad. Aquello que une más allá de ideologías en las antípodas.
Es tiempo de co-crear. Los «expertos» nos fallaron, no lo vieron venir. El Covid ha sido nuevo para todos. Nos ha obligado a reinventarnos (juntos). Han surgido múltiples iniciativas de personas que dejaban su trabajo para unirse a la lucha de la mortal enfermedad. Desde empresas que dejaron de construir automóviles para fabricar ventiladores a recogida y entrega gratis de material para sustituir la demora en las remesas oficiales. Han aparecido redes ciudadanas de autoayuda, como Frena la curva, y vecinos que se han ofrecido a hacer la compra a personas mayores. Cómo se esta extendiendo el aprendizaje para el bien común. O cómo se han unido empresas para crear una app contra el Coronavirus. Es el origen de futuros colaboratorios.
La nueva normalidad que nos traerá esta covid-morfosis es trabajar en red. Sin que nadie nos mande, sin importar cómo lo hacemos, con la única motivación de querer contribuir a resolver un problema común.
Es un gran precedente para afrontar los retos pendientes que todavía nos quedan como Humanidad: el cambio climático, la soledad creciente o el envejecimiento de la población en la vieja Europa. Hemos visto que, si esperamos que los gobernantes nos resuelvan los problemas, sólo nos calentaremos la cabeza. Mejor actuar entre todos.
Los gobiernos tienen que aceptar con humildad que no pueden resolver todo. Es preciso activar la famosa colaboración público-ciudadana. Los dirigentes pueden poner el foco en qué debemos preocuparnos. Y, entre todos, contribuir a la búsqueda de una solución. El siglo XXI será el del Estado colaborativo, en el que los ciudadanos no sólo votan, sino que también trabajan para resolver los retos comunes como Humanidad.
Escuché una frase que me gustó. Ahora, es tiempo más de sabios que de expertos. Es tiempo de cuidar(nos).
Aplaudimos desde nuestras ventanas a quienes miran por los demás. Criticamos en las redes a quienes sólo miran en su propio beneficio. Los valores en alza a partir de ahora son empatía, tolerancia y compasión.
Es una enmienda a la forma de pensar del capitalismo, en la que el estatus lo marcaban símbolos externos como el coche o la vivienda más cara. Nuestros nuevos héroes se han jugado la vida por salvar las de los demás. Son los que han sabido estar a la altura de la ocasión. Y, a lo que viene después, con las réplicas económica y social del terremoto sanitario.
Ya no sólo importa hacer beneficios para los accionistas. También para la sociedad. Algunos de los dogmas de la eficiencia del hipercapitalismo para crecer a toda costa se van a repensar. Te pongo dos ejemplos:
# De vuelta de la deslocalización. Ahora comprábamos camisetas de temporada por unos pocos euros, que habían sido confeccionadas en Bangladesh, India o Marruecos por personas sin apenas derechos laborales, para poco más que hacernos la foto del selfie. Deslocalizar toda la producción a China porque era más barata nos ha hecho dependientes de las manufacturas asiáticas cuando hemos necesitado mascarillas de urgencia. ¿Tiene sentido? Muchas personas han tenido que sacar la máquina de coser porque, ante la urgencia, no podíamos depender de la otra parte del mundo.
# Just in time. Este palabro inglés significa que guardar repuestos en los almacenes era gastar un dinero al que no se le daba rentabilidad inmediata. Si se necesitaba un repuesto, se pedía y te llegaba por la tarde. No era necesario un almacén de piezas por si acaso. Cuando la cadena ha fallado, porque alguno de los actores tenía la persiana bajada, se convirtió en el just-in-overdue-time. En retraso. Si de algunos productos básicos es necesario tener reservas para garantizar el suministro, ¿no tiene sentido repensarlo para las materias primas de las que dependa un negocio?
Estas dos ideas se pueden resumir en una vuelta a lo local, que también se evidencia en un aumento del interés por la vida fuera de las ciudades. Si todo lo podemos hacer en remoto, por qué sufrir la contaminación a diario y no disfrutar de la naturaleza.
Por último, una reflexión: si los problemas son comunes, las respuestas también, co-creadas de manera colectiva. Desde una mirada sistémica, porque todas las piezas están unidas por un hilo invisible. La solución ya no puede ser dar analgésicos o maquillaje para evitar el dolor. Cuando nos duele de verdad, hay que ir a las causas verdaderas. Como esos pacientes que, solo cuando les llega el infarto, se ponen serios y dejan de fumar (para siempre).
Formamos parte de un único sistema en el que más que ser sostenible, importa ahora ser regenerativo.
Otto Scharmer, el creador de la Teoría U, ya nos advirtió que las personas ya no se diferenciarán por su ideología entre derechas e izquierdas, cada vez más anticuadas, por cierto. Surge un nuevo eje coaxial entre menos conscientes y más conscientes. Abajo, los que se guían por el miedo. Arriba, los que se guían por el amor y ser útiles a los demás. Pasaremos de «etiquetar» a las personas desde un eje horizontal de ideologías a otro vertical de nivel consciencia.
En cierta forma, es lo que ha hecho la dinámica de la espiral, a partir de los estudios de la psicología evolutiva. La adaptación más conocida de esta nueva escala vertical es la de Laloux, al diferenciar los modelos de gestión de las organizaciones en rojo, ámbar, naranja, verde y teal, del tanto hemos escrito en 9Brains.
Si tomamos como referencia los cuatro pilares del ser humano, de los que ya hablaban los griegos hace más de dos mil años, el eje horizontal estaría representado por el cuerpo (procesos y sistemas) y el corazón (emociones), mientras que en el nuevo eje vertical atenderíamos más a la mente (visión y valores compartidos) y al alma (propósito que nos trascienda).
El eje horizontal es una pugna entre dos polaridades. En un extremo, el modernismo que se enfoca en la libertad y el progreso; en el otro, el post-modernismo, que tira hacia la igualdad y el bienestar social.
Para dejar atrás ese eterno enfrentamiento entre dos posturas antagónicas e irreconciliables, tan presente en las tertulias política de TV, y que tanto nos cansa ya, es preciso apuntar al eje vertical, a tener una visión común de qué queremos ser y qué huella queremos dejar.
Los dos momentos más grandes de la Historia de España, las Cortes de Cádiz y la Transición del 78, tienen en común que se dejaron atrás las miradas de parte y todos los actores se juntaron para mirar al futuro juntos.
Es la fórmula mágica que uso Nelson Mandela para liquidar el más cruel sistema de segregación del siglo XXI, el apartheid. Usar técnicas de pensamiento de futuro y escenarios de futuro para unir y caminar juntos.
Junto a la visión y los valores compartidos, también hay que repensar nuestro propósito (vital y empresarial). Es la idea detrás del manifiesto NER impulsado por Koldo Saratxaga para definir la nueva forma de trabajar basadas en el propósito.
Es tiempo de comenzar a hacer «conferencias de futuro».
El fanatismo, en el que muchos se refugiaron para esconder los miedos a los efectos de la revolución digital, no ha sido la solución. A los que mejor les va en el confinamiento es a los que se abrazaron al trabajo en remoto y los negocios automatizados. Como dice Fernando de la Rosa, son los que van aprobar este examen sorpresa de digital.
Lo decía estos días pasados el experto español en demoscopia Narciso Michavila: “El que siga con el manual tradicional de polarizar saldrá perdiendo”. Por una razón. Porque ninguna ideología, por sí sola, es capaz de tener una visión de conjunto. Todos los fanatismos tienen puntos ciegos.
“Todos sabemos que lo que nuestro cerebro es capaz de percibir es sólo una pequeña parcela de lo que la realidad encierra. Sin embargo, en el momento de actuar, tendemos a hacerlo como si lo que nosotros viéramos fuese lo único que existiera”.
Mario Alonso Puig (Reinventarse)
La covid-morfosis nos traerá lo que los ingleses llaman «both and» y que Cervantes, en el Quijote, llamó «baciyelmos».
¿Recuerdas el sombrero de Don Quijote? En un capítulo de la novela, el hidalgo está discutiendo con un posadero sobre su estrafalaria armadura. El posadero defiende que es una bacía de barbero, el utensilio que se ponía en la barbilla para mejorar la estética capilar. El hidalgo, por su parte, porfiaba que se trataba del «yelmo del mambrino», que hacía invencible a su portador. Le toca resolver la disputa al escudero, Sancho, que se inventa una palabra «baciyelmo», para dar la razón a ambos, y al mismo tiempo quitársela.
Los tiempos que vienen van a ser pródigos en «baciyelmos», para emparentar dos ideas aparentemente opuestas, y cuyo resultado será una genialidad. Por ejemplo, los coworking online, que se convierten en lugares de networking pero virtual.
Los fanatismos y las ideologías se derrumban cuando se aceptan e integran las dos visiones antagónicas para alumbrar algo nuevo mucho mejor. Es la base sobre la que se asienta la nueva ola cultural de la covid-morfosis, el metamodernismo, que supera e integra el enfrentamiento entre el modernismo basado en la libertad y el post-modernismo, enfocado a la igualdad. La tensión, los problemas, se ven como una oportunidad para mejorar.
Hasta ahora se hablaba de diseño centrado en las personas más que en los productos. Con la Covid-morfosis iremos un escalón más allá. Se harán productos que, por encima de todo, miren por la humanidad. El famoso triple balance. Será el Humanity-centered design o diseño centrado en la Humanidad.
Los productos no sólo pasarán la prueba de la usabilidad, sino una especie de test de ética. La nueva pregunta para que un producto salga al mercado será: ¿A qué costo?. Se habla mucho de robotización, pero ¿nos lo podemos permitir? AirBNB, que parecía una buena idea, acabó con la gentrificación de los barrios del centro.
Es posible que no podamos predecir el futuro, pero podemos prepararnos para él.
Pericles
De momento, son sólo 7 señales. ¡Feliz covid-morfosis!