Recurrimos a los modelos mentales para intentar explicar cómo funciona el mundo. Uno de los más conocidos es el llamado de la inversión, que consiste en tratar de pensar una cosa al revés.
Por ejemplo, al hablar de colaboración, podemos pensar en lo que mata la colaboración. Otra forma sería cuestionar si es realmente necesaria.
Aunque aquí defendemos un nuevo estilo de liderazgo colaborativo en detrimento del tradicional ordeno y mando, la colaboración también tiene sus sombras. La principal es una ralentización de los proyectos y los equipos.
El otro gran inconveniente de la colaboración es que damos por hecho que sólo es posible cuando las personas están juntas. Esa es la principal razón de la actual fatiga que muchos sentimos con Zoom y otras herramientas de conexión virtual.
La pandemia nos obligó a trabajar desde casa pero, en muchos casos, se trasladó al mundo virtual la cultura del presentismo, porque seguimos pensando que la colaboración solo es posible en tiempo real.
Esto ha provocado dos grandes problemas en la conciliación familiar de las personas:
# Jornadas sin límite. El trabajo presencial acaba cuando te vas a casa. De hecho, el viaje suele servir como transición del tiempo laboral al personal. Trabajando en casa, los límites en la jornada laboral no están claros.
# Miedo a desconectarse. Seguimos pensando que no contestar un mail rápidamente nos reporta una imagen de mal profesional, lo que impide separar el tiempo de trabajo y el de descanso. Esa falta de tiempo de desconexión crea a largo plazo una caída en la productividad, la motivación y la creatividad.
La vuelta al trabajo presencial está suponiendo un choque entre quienes quieren que todo el mundo vuelva a la oficina y quienes quieren seguir trabajando en casa con mayor flexibilidad.
El fenómeno de la gran renuncia en Estados Unidos, o de la gran reconfiguración de la relación con el trabajo a nivel mundial, es el de personas que si no tienen ahora la suficiente flexibilidad en su trabajo actual lo buscarán en otro lado.
Sólo quienes tuvieron mucho éxito en el pasado en la oficina quieren que todo el mundo vuelva a ellas.
Un punto intermedio es el que propone el diseñador de culturas organizacionales Gustavo Razzetti en su reciente libro Remotos pero no distantes, en el que defiende un cambio en la forma de colaborar en remoto, para que las personas puedan aportar desde cualquier lugar y en cualquier momento.
Esa nueva forma es la colaboración asíncrona, que viene funcionando desde hace años, por ejemplo, para la redacción de wikis, y en donde no hay urgencia por responder inmediatamente.
Empresas como GitLab, Doist, Zapier, Trello, Gumroad y Automattic han trabajado de esta manera durante décadas, por lo que podemos aprender mucho de ellas en el portal que han creado We are async. También ha surgido un movimiento asíncrono como forma de luchar en favor de la flexibilidad y en contra de la reunionitis.
Para saber cuando es necesaria la colaboración, porque está aportando verdaderamente valor a las personas, ha hecho una clasificación sobre seis formas de trabajar los equipos distribuidos en función de si el trabajo se realiza individual o colectivamente o si es casual o profundo:
No hay una fórmula única para todos los casos. Lo mejor es que cada equipo u organización fije sus propios acuerdos para trabajar colaborativamente de manera asíncrona. Una forma de hacerlo es con ‘The hybrid Team Canvas’, creado por este autor (aquí explica cómo hacerlo paso a paso).
Razzetti da algunos consejos que pueden ayudar a crear una nueva cultura de colaboración asíncrona.
En este artículo puedes leer como puede ser tu primer día de trabajo asíncrono y en este otro cómo es un día sin reuniones ni correos electrónicos.
Publicado el 20 de junio de 2022 en la Newsletter #16 de 'Liderazgo Colaborativo'.