Publicado el 2 de mayo de 2022 en la Newsletter #9 de 'Liderazgo Colaborativo'.
“A medida que el mundo se vuelve cada vez más incierto e impredecible, las organizaciones necesitan cada vez más una cultura que les permita adaptar, de forma dinámica y sistémica, sus actividades para continuar creando valor”.
Geoff Marlow
En este tiempo bisagra que vivimos se están derrumbando de manera cada vez más visibles las estructuras de antaño; pero, por otra parte, nunca en la historia hubo tanta posibilidad para crear cambios.
Eso sólo será posible si comenzamos a trabajar juntos de otra manera. Por eso, andamos en busca de formas colaborativas de relacionarnos que superen los límites tradicionales. A más control, menos capacidad para responder a los cambios acelerados.
La mirada se ha fijado en las redes como ese vehículo poderoso para crear cambios. Aunque eso implica darle una vuelta a lo que entendemos como redes.
Desde pequeños hemos creado nuestra red de amistades, de amigos. Pero, esta forma de organización no estaba enfocada a un objetivo mayor. Por decirlo de alguna manera, sabemos crear conexiones creativas pero no estratégicas.
¿Qué necesitan las redes para que sean estratégicas y puedan crear ese cambio que estamos buscando?
David Ehrlichman, en su reciente libro ‘Impact Networks’ apunta algunas ideas:
- Principios compartidos
- Resiliencia
- Auto-organización
- Confianza
- Objetivo compartido
- Un eje operacional
- Sesgo hacia la acción
Cambio de mentalidad
Trabajar en red obliga a un cambio de mentalidad, en donde comencemos a pensar que todo está relacionado. La cultura de la colaboración requiere dejar el control y abandonar las certezas, que otros puedan desafiar nuestras asunciones y que nos sintamos cómodos con la ambigüedad.
Algunos han definido esta clave de este tiempo como un pasar del Yo al Nosotros.
De hecho, el verdadero superpoder de las redes es hacer que surja lo que emerge: abordar problemas que no se pueden resolver en solitario a través de la conectividad. Esa es la forma para abordar la complejidad.
En un entorno de red se aportan múltiples puntos de vista, lo que da, como resultado, soluciones que no se habrían podido pensar en solitario.
Habitualmente, se presentan como un sustituto de las organizaciones jerárquicas. Más bien, son un complemento. En una jerarquía también hay redes, y en cada red surge una jerarquía natural, que suelen considerarse como nodos.
En todo caso, hablamos de un estilo nuevo de liderazgo, que no impone sino que invita a actuar a cada integrante en su propio juicio. Los líderes en las redes plantan una visión para el cambio, cuidan de la red, se anticipan a sus necesidades, acompañan y crean una cultura de reciprocidad.
Cultivar redes
La mejor metáfora para entender cómo funcionan las redes es la de un jardín. Hay que cultivarlos y los resultados llevan su tiempo. Además, no hay dos iguales.
¿Cómo hacerlo? En el libro se apunta a las 5 C’s.
- Clarificar propósito y principios.
- Convocar a la gente.
- Cultivar confianza.
- Coordinar acciones.
- Colaborar para cambiar.
Tipos de redes
Entre los tipos de redes, Ehrlichman precisa tres:
- Redes de aprendizaje, como las comunidades de práctica. Facilitan el conocimiento al unir la conexión con el aprendizaje.
- Redes de acción. Permiten que la acción avance al sumar conexión, aprendizaje y colaborar juntos.
- Movimientos. Conectan redes.
Y a ti, ¿qué te parece que comencemos a trabajar en red?